¿Vos en bus?

Mario Guevara Somarriba

Una de las preguntas recurrentes a las que me enfrento a cada momento desde que vendí el carro es: “¿Vos en bus?” No soy Pellas, ni Ortega y sí ando en bus, le respondo a mis amigos mientras revoloteo en mis manos las dos monedas de a peso y dos de 25 centavos.
Créanlo que al principio me costaba hablar del asunto y para mi mayor sal mi primera semana en bus me encontré a un montón de gente y todos, luego de saludarme, soltaban la pregunta de clavar, mientras yo aferrado al tubo, explicaba lo de mi salario congelado y los frecuentes incrementos en la gasolina. No faltaban los vecinos de tubo, que al escuchar mi “triste” relato, me miraban de manera incrédula.
Los primeros días fueron los más difíciles, tiempo en el que me tocó aprender muchas cosas, por ejemplo, que debía salir una hora más temprano de mi casa para llegar a tiempo a mi destino.


Otra cosa muy importante es que como usuario de transporte urbano colectivo uno debe que estar claro que los buses a veces no se detienen en la respectiva parada y hay que pegar su corridita. Al principio me daba pena y lo que hacía era esperar el siguiente bus. ¿Ahora cómo me dicen? ¿Usain Bolt?

Definitivamente aquella frase de “caballeros abundan, lo que no hay son sillas” ya la interioricé tanto que no le doy mi lugar a nadie, a menos que sea una mujer de más de 60 años, un hombre mayor de 80, personas con discapacidad sicomotora, personas cargando niños o embarazadas, todos ellos previa valoración visual. Si aguantan me quedo sentado y volteo la mirada hacia otro lado. Al principio me la pasaba dándole mi asiento a todas las mujeres que se subían al bus, incluso creo que muchas lo tomaron como una especie de acoso. Hoy por hoy soy más duro que un presidente para entregar mi silla.
Un dato importante para los despistados es que no es lo mismo la ruta 111, que la 11, ni la 106 que la 6. Y si no saben la trayectoria de las diferentes rutas es mejor preguntar a otro usuario. No se molesten en buscarlo en el mapa de Google, yo ya lo hice, no existen. Es verdad que pronto pagaremos con tarjeta, pero no hemos llegado a tanto.
Pero quizás una de las cosas más difíciles de aprender, mejor dicho acostumbrarse, es a los roces. Si el bus va lleno ya se imaginan, por tu espalda baja pasan docenas de mujeres y hombres, de todos los colores y olores. Si sos de los suerteros que lograron una silla, debes de estar claro que tu hombro, brazo, y pierna pegan con el otro que va sentado a la par tuya. Si vas a la orilla, o a como dicen en los aviones, en la zona de pasillo, esa es otra historia: por tu hombro pasa de todo. Lo importante es pensar que si tu día comenzó ausente de cariño, en el bus te sobrarán abrazos, apretones y por qué no, un cálido roce de manos en el tubo.