lunes, 29 de abril de 2013

¿Vos en bus?


Mario Guevara Somarriba

Una de las preguntas recurrentes a las que me enfrento a cada momento desde que vendí el carro es: “¿Vos en bus?” No soy Pellas, ni Ortega y sí ando en bus, le respondo a mis amigos mientras revoloteo en mis manos las dos monedas de a peso y dos de 25 centavos.
Créanlo que al principio me costaba hablar del asunto y para mi mayor sal mi primera semana en bus me encontré a un montón de gente y todos, luego de saludarme, soltaban la pregunta de clavar, mientras yo aferrado al tubo, explicaba lo de mi salario congelado y los frecuentes incrementos en la gasolina. No faltaban los vecinos de tubo, que al escuchar mi “triste” relato, me miraban de manera incrédula.
Los primeros días fueron los más difíciles, tiempo en el que me tocó aprender muchas cosas, por ejemplo, que debía salir una hora más temprano de mi casa para llegar a tiempo a mi destino.

lunes, 22 de abril de 2013

Un viaje de locura


Mario Guevara S.

Pasada la hora pico, viajar en los buses es una de las sensaciones más relajantes que pueden existir: asientos vacíos, mucho aire circulando por los pasillos y hasta se disfruta de la música de la radio a todo volumen. Ese día todo parecía ir bien, inconscientemente yo tarareaba el tema Doce rosas, de Lorenzo Antonio, hasta que los gritos de un pasajero me sacó abruptamente de mi éxtasis público.

En ese momento el sonido que salía del parlante ya competía con la voz sonora de un hombre que desde la parte final del bus entonaba sus palabras con una pronunciación impecable a todo pulmón.

“¡No, no voy a hablar así, no voy a decir eso!”
“¿Querés que hable como vos, con esa vocesita mierda que tenés?”.
“¡No me digas nada que esta gente mierda se la da!”, gritaba el hombre.

Todo el mundo comenzó a emigrar hacia los asientos delanteros, como buscando escapar de los gritos, pero además temiendo que algo peor ocurriera. Volteé para ver de reojo lo que sucedía y vi la expresión de un hombre en un monólogo dramático, luchando contra una voz en el fondo de su cabeza. Poniéndose una mano en la oreja y con la otra tomando fuertemente una bolsa de plástico grueso que a su vez contenía unas 30 bolsitas azules de agua helada, como queriendo controlar el demonio que lleva adentro.