viernes, 31 de mayo de 2013

Calor humano

El día pintaba bonito; el cielo estaba nublado y el clima era fresco, pero a
lo interno del bus yo vivía otra historia con escenas de calor, malos
olores y bajones de presión. Lo único que quería era llegar lo más rápido
posible a mi destino y justo cuando pensé que las cosas no podían ser
peores, comenzó a brisar. La gente cerró las ventanas y como rezan esas
famosas promociones de las empresas telefónicas, la temperatura se
cuadruplicó automáticamente.


miércoles, 22 de mayo de 2013

El día que me querían robar


Los noté en el primer instante que abordaron el bus. Sus miradas buscaban algo entre los pasajeros a los que observaban de pie a cabeza como un
escaner de carne y hueso que solo se detenía en algunas partes del cuerpo, como queriendo atravesar y ver más allá de la ropa. Cuando ellos notaron que yo los miraba, inmediatamente voltearon la cara para otro lado. Yo ya estaba nervioso.
Uno de ellos vestía camisa de lino blanca, estilo cotona, pantalón azulón y zapatos bien lustrados. El otro era un tipo regordete con ropa negra.
Me dieron mala espina no se porque. O si sé porqué. Por la forma extraña en que miraban a otros pasajeros. A su plática no le puse mente, pero se reían de forma maliciosa, siempre mirando la parte trasera de los pasajeros como buscando algo.

viernes, 10 de mayo de 2013

Lo bajan del bus... ¿Por cochino o por aseado?


Gritos y escándalos en la parte trasera de un bus no son extraños. Se dan cuando el conductor no se detiene en la parada correspondiente o cuando alguien no ha tenido tiempo de bajar y el busero ha cerrado la puerta. La gente también hace alborotos cuando un ladrón está haciendo de las suyas en el interior del transporte o cuando algún degenerado va aprovechando el tumulto para manosear a cuanta mujer pasa a su lado. No obstante, no era ninguna de estas situaciones.

Ese día yo me monté y pasé directo a los asientos de la parte media del bus, pero de pronto ví a un señor afeitándose en seco con una maquinita descartable. A mi eso me dio un repelo, solo de verlo me ardía la piel, así que mejor me regresé a las primeras sillas. Todo parecía ir bien. Media hora después comenzó el alboroto. Hasta ese momento yo cumplo con el onceavo mandamiento, no meterme en lo que no me importa y sigo escuchando música del recuerdo que suena a todo volumen en el bus.
La situación se pone difícil cuando el busero detiene el bus, lo apaga. Luego toma un tubo y se va directamente a la parte trasera del bus. En mi mente telenovelera yo ya me imagino al conductor como un héroe que va a salvar el honor de una mujer mancillada o a recuperar los bienes de un pobre hombre víctima de los ladrones.