jueves, 21 de noviembre de 2013

¡Andar en bus apesta!

A veces me pregunto por qué me mato tanto escribiendo estos textos, tratando de engañar a la gente, haciéndola creer que viajar en bus es divertido o es una “gran experiencia que no deben perderse”. No sé por qué me esmero en ver que el vaso está medio lleno y no medio vacío. A veces es hasta ridículo cómo trato, con palabras pomposas, de esconder lo terrible, incómodo y molesto que es ser usuario del transporte urbano colectivo.
Sí. Hoy comí alacranes y bebí veneno de víbora de cascabel. Pero es la verdad… ¿O no? Es terrible andar en un bus. Uno con sus problemas y de ajuste sentir apretones, escuchar bachata en la radio a todo volumen, exponerte a que te roben todo lo que andás en las bolsas y sobre todo soportar los malos olores. Creo que eso me llevaba más molesto que en otras ocasiones.



Ese día tuve la dicha de sentarme en cuanto me monté al bus. Logré un asiento y pensé que el viaje sería pan comido, pero no fue así. Luego se sentó a la par mía un viejito que parecía que se había bañado en composte… “¿Qué es eso?”, se preguntarán. Composte, según Wikipedia, “es el producto que se obtiene del compostaje y compuestos que forman o formaron parte de seres vivos en un conjunto de productos de origen animal y vegetal; constituye un 'grado medio' de descomposición de la materia orgánica”. En síntesis, el señor iba en estado de descomposición.
Yo seguía respirando el mal aliento de aquel sucio viejo de barba gris y mientras miraba su cara y brazos lodosos seguía pensando y renegando en la manía que tengo de ver todo color de rosa, cuando realmente es traumático recorrer la calurosa Managua compartiendo el vehículo con más de 150 personas. No podía cambiarme de asiento, sería políticamente incorrecto, pero les cuento que tampoco había otro lugar más cómodo en el bus.
El atuendo de ciudadano de país emergente de aquel hombre en harapos se completaba con un costal que parecía haber sacado de la basura y un machete que me imagino no hacía daño con el filo, sino por lo oxidado. Yo sentado del lado de la ventana, mi costado derecho: mi hombro, mi brazo y mi pierna, rozaba con Santa Claus tercermundista.

Para completar el panorama deprimente, se montó al bus otro hombre pidiendo ayuda económica. Entre el tumulto de aquel transporte “hasta las tapas” (lleno, full) aquel sujeto se venía abriendo camino. En la mano derecha cargaba un tarro donde la gente podía depositar monedas o en el mejor de los casos, billetes. La otra mano, más pequeña a causa de una posible malformación congénita, la estiraba para hacer el típico ademán de solicitud de dinero.
Debo confesar que yo andaba dinero pero no le di, y no es por justificar pero uno con el tiempo se va volviendo insensible ante la pobreza... ¿Sí o no? Y yo, como mucha gente, opté por voltear la cara. El viejito a mi lado, que me llevaba mareado por el tufo, comenzó a moverse más de la cuenta, a ponerse incómodo. De pronto abrió su sucio costal y sacó un billete de a 20 córdobas y se los entregó a aquel pobre hombre que con una manito pequeña suplicaba por una limosna. En ese momento comprendí el porqué de mi esmero en ver y escribir que en el bus pasan otras cosas, lecciones de vida mucho más allá de los robos, empujones y los malos olores.

1 comentario:

  1. Bueno viajar en bus no es nada agradable, también lo admito, pero no tengo dinero para comprarme un automóvil, sin embargo, puedo decirte que en el transporte público si no vas sumergido en tus pensamientos, miras de todo, aunque me ahueva ver subir y bajar a tantas personas que piden, con tantas historias desagradables, que bien podemos hacer un concurso de historias, escoger cuál de todas es la más deprimente y conmovedora. Con respecto al tipo que dio los 20 cordobas, más que pensar si estaba haciendo una buena voluntad me puse a pensar: Son 20 cordobas que de seguro no le sobraban y se los dio a una persona que posiblemente miente con su historia, que tonto le haran falta, pero recuerdo al famoso programa Bienvenido donde su conductor decía: haz el bien y no mires a quien. Cada viaje en bus, te permite conocer una nueva historia, cienes de rostros sumergidos en sus pensamientos y pláticas durante su viaje en bus.

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